La guerra fría dejo de existir, murió aquella navidad de 1991 cuando finalmente la URSS sucumbió. Sin embargo, su lógica conflictiva no lo hizo, se redujo en términos territoriales y es visible en diferentes partes del mundo, con armamento destrucción masiva y el uso de disuasión militar. El análisis se centra en estos supuestos, donde dos grandes potencias, OTAN y Rusia, juegan una pulseada en los Bálticos por el poder de zonas geoestratégicas sumamente importantes, similares a las vistas en el apogeo de la guerra fría.
Los sucesos de los 90′
Desde la desintegración de la URSS en 1991 y su posterior retirada de las fronteras rusas hacia el antiguo imperio Zarista, se dejó un vacío remanente de poder en varios países que habían estado bajo la égida soviética, lugar que poco a poco fueron ocupando los países de la coalición occidental (OTAN y Unión Europea) llegando hasta el área de proyección territorial Rusa. Esto no dejó de ser para Rusia un motivo de construcción de diferentes instrumentos de poder para mantener su influencia dentro de los espacios denominados “Post-Soviéticos” y evitar que se dispare el poder de occidente.
El Dilema
Es así como se presenta un dilema de seguridad enmascarado en una suerte de analogía de guerra fría no vista desde hace cuarenta años.
La importancia que representan los países Bálticos, los convierten en una suerte de niños mimados para ambos bloques. Rusia, dispuesta a mantener su poder, ve como una amenaza potencial para su seguridad e intereses como Estado, el avance de la coalición occidental. Este avance se enmarcó bajo el estandarte de los principios de la filosofía liberal, que desde la administración Clinton en los años noventa, representa una “estrategia de vigilancia y contención” de Rusia.
Ante esta estrategia, la Federación Rusa no se quedaría de brazos cruzados mientras que su “enemigo” se instalaba en las líneas rojas de influencia fronteriza amenazando su seguridad e integridad. Desde los comienzos de la presidencia de Putin en 1999, Rusia asumió la ineficacia de las estructuras del espacio Post-Soviético (Comunidad de Estados Independientes, CEI, y Tratado de seguridad Colectiva, CST). Estas instituciones lograron contrabalancear el poder del OTAN en Europa del Este, hasta hacer ostensible su ambición de influencia. Los resultados se mostraron ante los ojos del mundo en Agosto del 2008, cuando la invasión a Georgia demostró que Rusia es fuerte y que, sus fronteras geopolíticas no iban a ser cedidas a los países occidentales tan fácilmente.
A pesar de este conflicto en el Cáucaso, los miembros de la OTAN (particularmente Estados Unidos), no parecen haber aprendido la lección.
Durante los últimos meses en Lituania se llevó a cabo el ejercicio de maniobras militares de la OTAN, que consta de entrenamientos militar y de reconocimiento del terreno entre los países miembros de la organización en cuestión.
El objetivo es promover la cooperación militar defensiva focalizada en los países del Báltico. Las razones básicamente consisten en protegerse de Rusia, por varios motivos. El primero, es el miedo a Rusia que los ha mantenido en vilo desde su separación en 1991. Segundo, la inestabilidad en Ucrania, junto con, la anexión por parte de Putin de la península de Crimea, hace de este territorio un lugar potencial para un futuro encuentro armado. Moscú está solamente a 600 Km. de la frontera con Letonia y no está protegida por alguna barrera natural que podría poner obstáculos en el camino de cualquier invasión, desde un punto de vista militar.
Suponiendo además la importancia geoestratégica que juegan estos países para estacionar cualquier flota en el Mar Báltico representa para los Estados Unidos un lugar de contención y avance hacia a los países Euroasiáticos.
A todo esto Putin, que observa desde prácticamente la ventana de su casa las maniobras de los ejércitos de la OTAN, decidió que Rusia no va quedar indiferente ante semejante demostración de poder, envió 30 batallones a la frontera este de Ucrania. Esto, sumado al anterior despliegue en el enclave ruso de Kaliningrado de misiles 400-S, capaces de derribar cualquier tipo aeronave que sobrevuele el área sin autorización y represente amenaza alguna. Sin embargo, lo peligroso aquí, que representa el mejor freno en términos de política exterior, son los misiles Iskander. Son misiles rusos de corto alcance casi-balístico transportable por tierra, tipo crucero transportable en camiones para su despliegue táctico, son capaces de transportar cabezas nucleares y podrían ser usados en potenciales conflictos regionales debido a las cortas distancias entre algunos países y su relativo bajo costo y facilidad de configuración.
El ministro de defensa ruso Sherguéi Shoigú alegó que “La Alianza del Atlántico Norte está intensificando su presencia en los países del Báltico, están modernizando la infraestructura de sus puertos, aeródromos y otras instalaciones militares”. Y, por último, es necesario destacar otro mecanismo de disuasión de amenazas, consistentes en la preparación de los ejercicios militares “Zapad 2017” con personal militar Ruso y Bielorruso. De similares características que su homónima, pero con la diferencia en cantidad muy superior de efectivos en relación a la OTAN, (alrededor de quinientos mil elementos). Dicha exhibición cuenta además con episodios de acrobacias de la Fuerza Aérea y Armada rusa cerca de los barcos de guerra estadounidenses, mostrando que Rusia está realmente dispuesta a garantizar su seguridad ante un eventual ataque de la coalición occidental.
En conclusión, si bien la guerra fría acabo hace ya veintiséis años, su lógica se ha re localizado en diferentes lugares del mundo a una escala menor en termino territoriales proyectados en diversas áreas alrededor del mundo, como por ejemplo Europa del Este, que en cuyo caso no dejan ser igual de peligrosas en términos de armamentos que se emplean para disuadir los potenciales conflictos.
Los crecientes gastos en armamentos, junto con las maniobras militares de práctica y la puesta a punto de otros mecanismos de defensa en su lucha por ganar la pulseada por el poder, dejan, en última instancia una ironía demasiado peligrosa: las armas que llevan a la destrucción del mundo son las principales garantes de paz internacional, no solo en el Báltico, sino también entre India y Pakistán junto con los sucesos de Corea del Norte, muestran que el mundo después de 1991, no ha dejado de ser un lugar peligroso, donde un error de cálculo pueda condenar a gran parte de la humanidad.
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Autor
Rafael Elias Garella: Estudiante avanzado de Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de Córdoba.
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