Estos días se cumplieron 75 años de la batalla que cambiaría el curso de la Segunda Guerra Mundial. El asedio de Stalingrado –hoy con el nombre de Volgogrado-, a orillas del rio Volga, donde el Ejército Ruso, al mando del mariscal Zhukov, derrotó a las tropas de la Wehrmacht de la Alemania Nazi. El ejército alemán había tomado la ciudad a finales del verano de 1942, pero tras el invierno boreal de 1942/1943, más de 300.000 soldados germanos cayeron en el asedio del Ejército Rojo.
Un aniversario patriótico
La ofensiva alemana para capturar la ciudad se produjo en el marco de la Fall Blau (Operación Azul), con el objetivo de tomar los pozos petroleros del Cáucaso. Un masivo bombardeo de la Luttwaffe redujo parte de la ciudad a escombros mientras que las tropas terrestres tenían la misión de tomar la ciudad de edificio en edificio. Finalmente, la Wehrmacht fue incapaz de derrotar a los últimos defensores soviéticos que se encontraban a la orilla oeste del Volga, el río que divide la ciudad en dos. Luego, una gran contraofensiva soviética producida a finales del otoño de 1942 encerró al ejército alemán dentro de la ciudad, lo que terminó con la rendición por parte del general alemán Friedrich Paulus, contra las ordenes del mismísimo Hitler.
Es importante destacar que recién luego de la caída de la URSS, los historiadores pudieron empezar a discutir realmente las cifras de bajas en la batalla, llegando a la conclusión que el número de muertos fue cercano a los trescientos cincuenta mil soldados del Eje, mientras que las bajas de soldados soviéticos ascenderían a más de un millón, con cerca de dos millones de civiles muertos, a pesar de la ausencia de registros fiables y de fosas comunes imposibles de contabilizar. Lo que convierte a la batalla de Stalingrado en la más sangrienta, no sólo de la Segunda Guerra Mundial, sino de toda la historia de la humanidad.
La figura de Stalin, y el recuerdo de la batalla en la actualidad
En estos días la figura de Stalin es profundamente discutida en Rusia. Algunos lo consideran un dictador sanguinario que llevó a la muerte a millones de opositores en los campos de concentración soviéticos, los infames gulags. Otros, sin embargo, elevan su figura a la altura de iconos de la historia rusa como Iván el Terrible, debido a su férrea defensa del país y su victoria sobre las fuerzas del Eje en lo que denominan la Gran Guerra Patria.
Hace unos días, en la radio Komsomolskaya Pravda de Moscú, los periodistas Nikolai Svanidze y Maxim Shevchenko protagonizaron un hecho que salió en todos los medios cuando decidieron zanjar sus diferencias a golpes de puño tras una acalorada discusión sobre la figura del hombre de hierro. Uno ponderó el sacrificio del pueblo ruso que sufrió 20 millones de muertos mientras que el otro alabó a Stalin como conductor y artífice de la victoria.
Recientemente, durante el aniversario de la batalla, el presidente ruso Vladimir Putin declaró en el memorial a los caídos en la actual Volgogrado que: “El destino de la patria, de todo el mundo, se decidió entonces en Stalingrado. Aquí surgió el carácter indestructible de nuestro pueblo, que luchó por cada casa, por la vida de sus hijos. Defendió Stalingrado y salvó la patria”, ese acto de resistencia, la capacidad de sacrificio y la fortaleza espiritual del pueblo ruso fueron “auténticamente invencibles, insuperables, incomprensibles y terribles para el enemigo” alemán. Recordó con razón histórica que los nazis habían invadido casi toda Europa y parecían invencibles, pero “fueron derrotados por vez primera en las afueras de Moscú”. Incluso en la actualidad, la batalla de Salingrado sigue siendo un elemento aglutinador importante para Rusia a la hora de pensarse como nación o como pueblo unido, por lo que cada aniversario cuenta con la presencia de las máximas autoridades del país.
La sinfonía de Shostakovich
Existe una anécdota que ilustra la voluntad y fortaleza del pueblo ruso en aquellos momentos tan duros: el gran compositor soviético del Siglo XX, Dimitri Shostakovich, había compuesto su Sinfonía n° 7 en pleno asedio de Stalingrado a la manera de la Obertura 1812 de Tchaikovski, que representaba la victoria rusa sobre el ejército invasor de Napoleón. Durante el asedio, el compositor transmitió por la única radio de la ciudad que todavía se mantenía en pie una interpretación de su obra con las sillas vacías de los miembros de su orquesta que estaban en el frente, con sus músicos hambreados pero vestidos de gala y entre el ruido de las bombas, cuentan que al saber esto, un oficial alemán, dijo algo así como: “es imposible vencer a estos dementes.”
Referencias:
La batalla de Stalingrado – William Craig.
Stalingrado – Anthony Beevor.
Las últimas cartas de Stalingrado – Anónimo.
Stalingrado y yo: las memorias del hombre que rindió Stalingrado ante el Ejército Rojo – Friedrich Paulus.
Berlín: La caída: 1945 – Anthony Beevor
Autor: Gonzalo Fiore Viani:
Abogado, actualmente maestrando en relaciones internacionales en el Centro de Estudios Avanzados de la UNC y cursando la Edición II del Programa Lazos Comex para consultores en comercio internacional en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma universidad. Actualmente se desempeña como coordinador de Grupos Asociativos de empresas y escribe para distintos medios académicos.