Argentina y las Novelas Turcas

En una Argentina convulsionada por la violencia y asesinatos de mujeres, en donde la consigna #NiUnaMenos pisa fuerte con un colectivo que intenta despegarse de los viejos cánones de patriarcado y machismo, la TV recibe con mayor frecuencia a telenovelas extranjeras cuyo contenido cultural y artístico contrasta casi a la perfección con el mensaje de revolución que intenta propagarse en la sociedad. ¿En qué patrones culturales se ven reflejados los televidentes argentinos frente a las historias que abordan las telenovelas turcas?

La importancia de las novelas, una práctica no tan nueva

Desde la década del ´60, las novelas en la TV argentina no son sólo de producción nacional. Estados Unidos y países latinoamericanos como Colombia, Venezuela, México y Brasil han aportado a la programación televisiva con “Latas”.

Así es como se les denomina en la jerga televisiva a aquellas novelas, series o dibujos animados – indistintamente – que son producidos en el extranjero con el objetivo de su masificación y luego son vendidos al exterior a costos muy por debajo del precio del mercado de origen.

En economía este concepto es similar a la práctica denominada “Dumping” – condenada por la OMC – que consiste en vender un producto en otro mercado a un precio inferior al de origen o con un precio menor al costo de producción.

Éstos contenidos audiovisuales eran reconocidos por ser ciclos destinados a rellenar los vacíos de programación en horarios y días periféricos. Pero desde el 2016, la importación audiovisual turca en la Argentina demostró que tienen la capacidad de conducir el éxito en el rating de un canal.

La realidad supera a la ficción

El Instituto de Políticas de Género Wanda Taddei contabilizó que cada 18 horas se perpetra un femicidio en la Argentina, con un total de 111 casos en el período entre el 1 de enero y el 27 de abril de 2017.

Este crimen y otras formas de violencia contra las mujeres en América Latina siguen en aumento, con una justicia limitada y un 98% de impunidad; situación que “no es sorprendente”, asegura Luiza Carvalho, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe. De los 25 países del mundo con las tasas más altas de femicidio, 14 están en América Latina y el Caribe.

América Latina y El Caribe (18 países): Femicidio o feminicidio, 2014 (En número absoluto y tasa por cada 100.000 mujeres) http://oig.cepal.org/es/indicadores/feminicidio

 

Pero Turquía no se queda atrás. Éste es un país que ha adoptado una articulación entre la cultura occidental tras los impulsos modernistas de Kemal Atatürk y su pasado fuertemente islámico en los tiempos del Imperio Otomano. Así, se desarrolla una conducta cuasi bipolar antropológica que indudablemente se refleja en sus productos audiovisuales.

Por ejemplo, en la telenovela “Las mil y una noches”, el personaje de Sherazade, mujer independiente con título universitario como arquitecta, madre soltera (viuda) con un hijo, es a su vez dependiente de un Onur machista, omnipresente y poderoso, capaz de desestabilizarla emocionalmente y manipularla tanto psíquica como económicamente.

Formalmente, en aquel país hay solo 130 hogares de paso para acoger a mujeres, medida que es prevista por la Convención de Estambul y el Convenio del Consejo Europeo para la prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, un tratado internacional que Turquía firmó como miembro del Consejo de Europa.

¿Pero a qué se debe tanta alarma?

Como bien traducen sus teleseries y novelas, una de las característica de la Turquía tradicionalista (junto a otras regiones asiáticas) es el culto al patriarcado y al machismo a través del “crimen del honor”. Según Human Rights Watch, los crímenes de honor son:

“Actos de violencia, usualmente mortales, cometidos por miembros masculinos de la familia contra miembros femeninos que se cree que han traído deshonra a la familia.”

Este crimen es un acto premeditado. ONU Mujeres ha señalado a los legisladores que “las leyes deben dejar claro que los crímenes cometido en nombre del “honor” no son crímenes pasionales ni crímenes perpetrados en un arrebato de furia con el fin de defenderse”. El objetivo del crimen del honor es mantener la autoridad masculina por encima de los derechos de la mujer, cuya vida está condicionada a la obediencia que preste a las normas sociales patriarcales que imponen sobre su género. Recreado, por ejemplo, en la ficción “Esposa Joven”.

¿Y por casa cómo andamos?

La violencia se consume desde siempre. Pero hoy, consumimos la violencia de género importada. Si bien la audiencia siente deseos y preferencias por conocer lo exótico, las particularidades en paisajes lejanos, su música y forma de vestir, consideramos interesante visualizar atroces realidades que se encuentran “alejadas” y “agradecer” que en nuestro país no suceda.

El periodista Carlos Cué, comentaba que:

“tres de los cinco programas más vistos (…) en Argentina son telenovelas de un país a 12.500 km de Buenos Aires, y sin una especial vinculación histórica salvo por el apego genérico que reciben todos los argentinos de origen sirio, libanés o incluso árabe.”

El contenido sexista de estas telenovelas turcas, “sintoniza y empatiza bien con nuestra cultura, sin lugar a dudas. Aunque no nos guste” afirma Alejandra Darín, actriz y presidente de la Asociación Argentina de Actores.

“La tele tiene muchas cosas a favor. Creo que es una mezcla, estamos en una época que no podés tratar de reflexionar sobre la televisión sin antes ver el contexto. Hoy tenemos tanto acceso a través de las herramientas nuevas que tenemos, entonces la televisión para llamar la atención tiene que hacerlo de una manera escandalosa creo yo.”

El espejo en casa

Este fervor que caracteriza a la sociedad argentina repudiando la perpetración de los cánones del patriarcado y del abuso hacia la mujer, ha tenido su repercusión incluso en países como Uruguay, Chile, Perú y México. La viralización de esta problemática social – bajo la consigna #NiUnaMenos – ha generado un colectivo más consciente de la realidad, dispuesto a luchar y a repudiar prácticas sexistas que denigran los derechos de la mujer como ser humano.

Existen actualmente diversos medios para contar la realidad. La línea telefónica gratuita 144 del Ministerio de Desarrollo Social, unidades dependientes de Poder Judicial, Tribunales Provinciales, Asociaciones y centros de asistencia a víctimas; e incluso, denuncias públicas por medio de las redes sociales. Éste último recurso, es el elegido mayoritariamente por los medios de comunicación para hacer eco de esta realidad, para transmitir un mensaje a una sociedad que cree en la igualdad, que entiende que el derecho a una vida libre de violencia es un Derecho Humano.

Este noticiero termina en un horario, y atrás le siguen ellos. “Sila”, “Esposa Jóven”, “Qué culpa tiene Fatmagul”… la realidad que nos mantuvo la comida en la garganta, rápidamente es digerida para dar paso a las telenovelas que grafican los ciclos de violencia y manipulación.

Dos caras, 1 moneda

Claramente la programación es manejada por el consumo. Se presenta entonces una dualidad: la argentina del #NiUnaMenos que denuncia y le hace frente a la realidad, y la argentina del consumo masivo de un contenido nocivo que toca temáticas extremadamente sensibles.

Efectivamente, el art. 2 de la Ley de Medios Audiovisuales en Argentina establece que:

“Se considera a la comunicación audiovisual en cualquiera de sus soportes una actividad social de interés público, de carácter esencial para el desarrollo sociocultural de la población, por el que se exterioriza el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones sin ningún tipo de censura.” 

Por lo tanto, el trabajo arduo es el que realiza cada uno desde casa. La producción audiovisual es un arte. Pero debemos tener cuidado con el efecto que el contenido de este arte pueda tener sobre nosotros. No perder el eje frente a un producto considerado “exótico”, aplaudiendo escenas fuertemente sexistas y violentas contribuyendo a la banalización de la violencia de género como problema latente en el siglo XXI.  Debemos trabajar en ser consumidores conscientes.

Bibliografía

 

AUTOR:

Valentina Gauna: estudiante de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Empresarial Siglo 21. Voluntaria en Cruz Roja Argentina filial Córdoba.

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