Por Antonela Barbieri
El presente artículo se propone invitar a la reflexión sobre dos visiones acerca del incremento del rol de las mujeres en crímenes organizados. Las dos visiones expuestas se contraponen en cuanto a si el papel de las mismas responde a la pasividad y a la perpetuación de estereotipos de género o si por el contrario, es un rol activo que las pone a la par de los hombres como la tradicional cara del terrorismo.
Estereotipación de la feminidad
Pocas categorías trascienden al mundo a ambos lados del meridiano, sin embargo, al oriente y al occidente se puede encontrar a las mujeres cargando el peso de las mismas etiquetas. Históricamente, la mujer es sinónimo de paz, de pasividad, de suavidad, es sinónimo de algo que debe ser protegido por el hombre. Dichas categorías se trasladan a todos los ámbitos, incluido el crimen organizado.
En los últimos años ha aumentado exponencialmente la participación de las mujeres como sujetos activos en atentados y en el terrorismo suicida. Tanto así que su presencia ha llevado al desarrollo de vastos análisis que aún no encuentran una explicación en común.
Lo que sí es común en todos los análisis es la utilización de los estereotipos de género a favor de los crímenes terroristas, ya sea desde una visión activa o pasiva de la mujer en los mismos, los estereotipos son el hilo conductor de ambas líneas.
Pasividad y opresión
Un punto de vista sobre el rol de la mujer en este tipo de organizaciones pone su foco en su lugar de víctima de múltiples opresiones. Una de esas opresiones lleva a la manipulación de la mujer para conformar grupos terroristas, manipulación llevada a cabo por su “protector”, quien, teniendo en cuenta el contexto socio-cultural en el que nacen estas agrupaciones, siempre tiene un poder y una superioridad sobre las mujeres que no permite analizar su participación por fuera de esa esfera.
Lo cierto es que estas líneas de investigación suponen el conocimiento de los hombres terroristas de la funcionalidad del sistema patriarcal que transgrede los límites geográficos y culturales. Es por ello que encuentran en las mujeres un participante perfecto para la ejecución de sus actos, y no se equivocan. Si bien la mujer es sometida a estereotipos religiosos y socioculturales como los hombres de su misma procedencia, hay una fina línea que las vuelve impunes: la feminidad.
La feminidad les otorga esta percepción de víctimas, sujetos pasivos y oprimidos que permite traspasar fronteras y controles mucho más fácilmente que cualquier hombre. Esta realidad conlleva al reclutamiento de mujeres por medio de la manipulación y el convencimiento de que están siendo sujetos activos de los crímenes cuando realmente están siendo meros instrumentos del patriarcado para la concretación de atentados.
Terrorismo como empoderamiento
Otra lectura sobre la utilización de la feminidad apunta a la mujer como la que hace uso y explotación de la misma. La mujer como participante activa de crímenes organizados que tienen los mismos ideales y propósitos que los hombres.
Desde esta visión se argumenta que las mujeres terroristas son el resultado del empoderamiento y la búsqueda de la equidad dentro de sus contextos.
Se aleja de la idea del hombre como quien integra a la mujer a los grupos organizados y se acerca más a la postura de que son ellas quienes quieren ocupar esos roles y quienes quieren aprovechar los “beneficios” del patriarcado para llevar a cabo sus actos terroristas, es decir, desde esta lectura se pone el foco en la mujer como la victimaria que responde a los mismos intereses y propósitos que toda su célula terrorista.
Quienes abogan por este punto de vista han llevado a cabo investigaciones sobre los grupos organizados comandados y formados por mujeres asi como sus motivaciones, poniéndolas en igualdad de condiciones y de juicios para con los tradicionales sujetos terroristas.
Nociones finales
Ambas teorizaciones confluyen en que existe una instrumentación de la feminidad para la concretación de crímenes organizados, sin embargo, quedará en la reflexión y en el estudio de los casos ver si esto responde a una suma de opresiones a las que las mujeres están expuestas o si por el contrario es una respuesta confrontativa que busca la equidad y el empoderamiento de la mujer ocupando los mismos lugares que los hombres, aun en hechos delictivos que se oponen a la idea de la mujer como un sujeto a proteger.
REFERENCIAS
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Serrano López, Adriana María, Pinto, Pamela Támara (2014). “Una pared de vidrio fundido”. Análisis del uso táctico del imaginario de la fragilidad femenina: caso de las milicias femeninas de Jamia Hafsa. Colombia Internacional, (80),171-217.[Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=81229999006