El conflicto catalán ha copado portadas y telediarios nacionales e internacionales. Los periódicos se han hecho eco de un problema que lleva estirándose demasiados años. Una lucha interna y territorial que no solo se sitúa en torno a la política. Detrás de esta pugna, se esconden factores históricos, culturales y lingüísticos que se deben tener en cuenta. Y para ello, partiremos de la raíz, de dónde comienza todo.
Nos remontaremos hasta finales del siglo XII, donde el conde de Barcelona contrajo matrimonio con la reina de Aragón, creando la Corona de Aragón. Tres siglos después, esta corona se unió mediante otra enlace real a la Corona de Castilla. De esta forma, quedó configurada una España similar a la que conocemos ahora en cuanto territorio. Durante estas épocas, el latín ya había evolucionado al catalán e incluso se habían creado las instituciones propias como la Generalitat, las Cortes o el Consejo de Ciento.
En el siglo XVI nos encontramos con un momento turbulento, puesto que se suceden una serie de conflictos y luchas de poder entre las familias Trastámara, Austria y Borbón. Más conocidas como la Guerra de Sucesión. En este Juego de Tronos, Felipe V (Borbón y antepasado del rey actual) acaba imponiéndose a Carlos III, que estaba apoyado por Cataluña. Esta oposición no gusta a Felipe V, el cual decide abolir las instituciones catalanas e impone el castellano como lengua única oficial. Esto, tras el sitio a Barcelona que se produjo el 11 de septiembre de 1714 (fecha que es la fiesta nacional catalana).
El Catalán como herramienta de resistencia
El catalán sobrevive en la calle y cada vez es más utilizado. El sentimiento catalanista como respuesta a la opresión comienza a crecer en diferentes sectores de la población. Podemos decir que se atisba el nacimiento del catalanismo político. Más adelante, en el siglo XX, Cataluña vive un periodo mejor, dentro de la II República Española. Sin embargo, esto no duraría mucho, puesto que llegaría otro periodo aciago para los catalanes. La dictadura de Franco fue especialmente cruel y dura con los territorios del País Vasco y Cataluña, debido a su idiosincrasia cultural.
El catalán era perseguido y sus instituciones volvieron a pasar al olvido. Pero no se acabó aquí. La represión fue tal que los políticos e intelectuales catalanes, opositores del régimen, fueron perseguidos, encarcelados, fusilados o exiliados. Esto, lejos de acabar con la cultura catalana, comenzó a formar un sentimiento más arraigado hacia su propia cultura en respuesta a las injusticias sufridas. El catalanismo político, pues, continuaba su crecimiento. Un sentimiento cada vez más arraigado.
La Constitución de 1978
Tras estos turbios años, se llega al periodo convulso de la Transición. Y con ella, la Constitución Española de 1978, todavía vigente. Con este documento se da paso a muchos cambios. Uno de ellos, es la nueva forma de distribución territorial, basado en 17 Comunidades Autónomas. Gracias a ello, Cataluña consigue cierta autonomía, pese a que no fuera total. Sin embargo, con el paso del tiempo esto no fue suficiente, sobre todo en referencia a los impuestos y su distribución.
Aquí nos topamos con uno de los principales puntos de falta de entendimiento. Según la Constitución, el Estado tiene la misión de recaudar y distribuir impuestos para garantizar el equilibrio del país. Pero no es tarea fácil y es imposible contentar a todos. Así pues, Cataluña, con un gran peso económico gracias a su estratégica localización, sus comunicaciones y su capacidad industrial, no estaba conforme. El reparto económico, bajo su punto de vista, les perjudicaba en lugar de favorecer el equilibrio, basándose en que aportaba más dinero del que recibía.
El “Estatut”
Buscando cambiar esto, así como obtener más autogobierno, el año 2006 se elabora un nuevo “Estatut”. Básicamente, se trataría de una constitución a nivel autonómico, que rige el funcionamiento de tal. El último que se había proclamado en Cataluña había sido el año 1979. En el nuevo, se proponía un modelo de financiación diferente, acorde con los intereses catalanes. El candidato a la presidencia nacional del Partido Obrero Socialista Español (PSOE) en ese momento, José Luis Rodríguez Zapatero, acuñó la propuesta y afirmó que aceptaría ese nuevo documento si así lo hacía el Parlament catalán. Finalmente, fue elegido presidente, pero su promesa no se acabó de ver cumplida.
Tras varios tiras y afloja, con acusaciones de inconstitucionalidad, el Estatut fue recortado por el Tribunal Constitucional en el año 2010. De tal forma que el nuevo documento quedó prácticamente igual que el anterior de 1979. Esta decisión no sentó nada bien a los catalanes y provocó un gran punto de inflexión: 1 millón de personas salieron a la calle en señal de protesta. Además, estamos en plena crisis, donde se suceden recortes en servicios públicos, subidas de impuestos y paro, creciendo la desigualdad y con excesivos casos de corrupción, tanto a nivel estatal como autonómico.
Politización y agudización de la confrontación
En medio de este clima turbio y de desconfianza, se produjeron también algunos comentarios subidos de tono y ofensivos contra Cataluña, por parte de representantes del Partido Popular (PP), que ya estaba en el poder. Declaraciones que en diversos sectores catalanes no sentaron nada bien, al ser entendidos como ataques directos a la cultura catalana. En este punto y gracias al enfrentamiento político y a la falta de entendimiento, se genera un sentimiento cada vez más agudo de desconexión. Muchos catalanes comienzan a no verse representados y protegidos por el gobierno español.
Así pues, el sentimiento catalanista iba en aumento. Alimentado por la crisis, los problemas políticos y el sentimiento de desapego con unas instituciones españolas que, consideran, no tienen suficiente respeto por la cultura y la lengua catalanas. Con los años, la idea de la independencia deja de ser una quimera romántica de una minoría, para cada año convertirse en una realidad. Hasta el punto de ser una alternativa política real.
El año 2014, tras sucesivos enfrentamientos con el Gobierno Central, se da por iniciado el conocido “Procés”. Se lleva a cabo una consulta no vinculante el 9 de Noviembre, pese a las amenazas y el rechazo del Gobierno español. En tal llamamiento acaban participando un 39 % del censo electoral catalán, unos 2,3 millones de personas. El Sí a favor de la independencia se impone, con lo que motiva la llamada a elecciones en el territorio catalán. Los partidos a favor del SI crean un único partido, a excepción de la CUP, llamado Junts pel Si. En las elecciones, se acaban imponiendo con mayoría absoluta, gracias a la colaboración del partido anti capitalista de la CUP, también a favor de la Independencia.
Referendum
Desde ese momento, se ha seguido una hoja de ruta marcada con tal de conseguir la independencia. El gobierno catalán, sin embargo, se ha encontrado siempre con la negativa del gobierno español para sentarse a negociar un referéndum pactado. El gobierno del PP siempre ha negado que pueda existir esa posibilidad, alegando que sería inconstitucional y, por lo tanto, ilegal. Por su parte, los favorables del SI a la independencia catalana alegan que votar, dentro de una democracia, debe ser siempre legal. Es más, según varias encuestas, casi el 80% de la población catalana querría votar en un referéndum vinculante, sin tener en cuenta si se está a favor o en contra de seguir en España. Así pues, el conflicto se basa en una lucha entre desobediencia frente a inmovilismo.
Una vez establecido un contexto histórico para conocer las razones del crecimiento independentista y cómo ha evolucionado el conflicto, en el siguiente artículo responderemos a otras preguntas como por qué está ocurriendo o qué está sucediendo en ambos lados.
Por Unai Manzano Franco
Periodista licenciado por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona (Cataluña)
Experiencia en periodismo deportivo
Cataluña, octubre 2017.