Desde los tiempos más remotos, las civilizaciones del mundo han considerado el desarrollo y afinamiento de las capacidades bélicas como primordial para garantizar su supervivencia. Las diversas naciones del sistema internacional se han valido de las tecnologías de cada época y del valor de sus hombres para evitar el desastre que supone la guerra. Mientras que el desarrollo de las armas de destrucción masiva marcaría la era dorada de las teorías realistas, que otorgaría un gran protagonismo a las doctrinas de disuasión nuclear, las mutaciones que ha presentado el sistema internacional en los últimos años han dejado de lado a éstas, sorpresivamente, para dar paso al desarrollo de nuevas formas de disuasión, marcadas por un nivel de sofisticación sin precedentes.
“Ninguna nación se ha beneficiado por guerras prolongadas”
Nos comenta Sun Tzu en su legendario El Arte de la Guerra. Ciertamente, el afamado militar y estratega chino hablaba con la verdad. Y es que, históricamente, los hombres se han agrupado en comunidad no sólo para garantizarse prosperidad y desarrollo, sino para darse protección mutuamente. Así lo señalaba Thomas Hobbes, al afirmar que la ley primera de la naturaleza es buscar la paz. Es el instinto de autoconservación lo que empuja a los hombres a darse protección, a evitar la guerra.
Habiendo dejado en claro esto, el siguiente paso lógico sería determinar cómo los hombres pueden darse protección. Y es que cuando hablamos de darnos protección, las opiniones difieren, y han diferido a lo largo del tiempo. No sólo cómo darnos protección, sino también quiénes deberían protegernos y cuándo deberíamos protegernos. No obstante, un interrogante es el que inspira este escrito.
¿Mediante qué deberíamos protegernos?
Es inútil plantear un plan de acción si no se tienen los medios para ejecutarlo. Sin embargo, sería imprudente llevar a cabo una acción desestimando la importancia de una estrategia ex ante. Es esto lo que obsesionó, en su época, a los teóricos realistas. No sólo lo estatocéntrico de su planteo, sino la racionalidad contenida en el mismo. Si bien los planteos del Realismo comienzan a tomar fuerza antes de la Segunda Guerra Mundial (con obras como la de E. Carr, The Twenty Year Crisis) no es sino hasta los años 50 en donde las doctrinas de seguridad militar, principalmente estadounidenses, comienzan a hacer un uso exhaustivo del recurso de la disuasión.
Disuadir implica todo un conjunto de acciones, de carácter estratégico y táctico, de vital importancia para garantizar la consecución de un objetivo. Como destaca Manuel Coma: “Disuadir es convencer a un adversario de que renuncie a una acción cuyo resultado valora positivamente y que nosotros consideramos lesiva para nuestros intereses, representa el lado negativo del poder” (1989).
La disuasión en la Guerra Fría sería objeto de capítulos enteros de numerosas obras destinadas al estudio de la seguridad nacional. El desarrollo acelerado de las armas nucleares llevaría a las doctrinas de la disuasión a incorporar tales tecnologías bélicas. La más conocida de ellas, desarrollada por Robert McNamara, llamada “Destrucción Mutua Asegurada”, implicaba la utilización directa del arsenal nuclear estadounidense como método para evitar contiendas bélicas en el escenario internacional. Este equilibrio del terror configuró el punto álgido, no sólo de la Guerra Fría, sino también de la utilización de armas nucleares como método disuasorio.
Esto es lo que Sodupe (1989) define como “disuasión básica”, es decir “a través de la amenaza de represaliar nuclearmente, las grandes potencias mundiales buscan evitar un ataque nuclear contra objetivos situados en su territorio”.
Sin embargo, dichas doctrinas quedarían absolutamente desfasadas a partir de los años 80 y 90. A causa de numerosos cambios que sucedieron en el sistema internacional: el desmoronamiento de la Unión Soviética, la aceleración de la interdependencia entre los países, el alzamiento de fenómenos complejos como el terrorismo y la mayor conciencia sobre las armas nucleares.
Tecnología furtiva y el ascenso de la “disuasión ampliada”
Cuando los arsenales nucleares dejaron de ser una opción para disuadir, diferentes naciones comenzaron a buscar alternativas. Estaba claro que la disuasión seguiría siendo un instrumento clave en la política exterior de la mayoría de los países avanzados, sobre todo en Occidente. Así, parecía que la pregunta “¿mediante qué deberíamos protegernos?” fue respondida: la disuasión seguiría siendo el eje para garantizar la seguridad nacional. Sin embargo, lo que cambiaba era el medio: se necesitaba pensar en una alternativa a los nukes.
En este sentido, un nuevo concepto fue ganando fuerza, el de la tecnología furtiva. Un método que se corresponde con el concepto de “disuasión ampliada”, el cual implica “eliminar la posibilidad de una agresión, nuclear o convencional, contra áreas geográficas consideradas vitales para la seguridad del Estado que la realiza” (Sodupe, 1989).
La tecnología furtiva significa toda una revolución en el campo de la defensa, ya que dota a sus usuarios de medios bélicos con amplias capacidades estratégicas. De acuerdo a Gangoli Rao y Mahulikar (2002), la tecnología furtiva “es el acto de moverse, proceder o actuar de forma encubierta”. En la actualidad, numerosos países han adoptado formas de tecnología furtiva para aplicar directamente a sus elementos bélicos, principalmente en el medio aéreo (aviones de combate).
Un bombardero B-2 Spirit. Su peculiar diseño lo hace prácticamente invisible a los radares enemigos. Foto: USAF National Museum.
Las aeronaves equipadas con dicha tecnología hacen uso de una serie de elementos, incluidos materiales absorbentes de ondas de radar; y novedosas formas de diseño, que les otorgan la capacidad de ser escasamente detectables frente a los radares del adversario. Es decir, la tecnología furtiva permite que una aeronave pueda entrar en el espacio aéreo del oponente, ejecutar su misión y retornar, reduciendo al mínimo la posibilidad de ser descubierto.
Tormenta del Desierto: El “bautismo” de la tecnología furtiva
Estados Unidos fue pionero en el desarrollo de este tipo de tecnologías. Las lecciones aprendidas por la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) en Corea y Vietnam hicieron que, desde los años 70, la obsesión de los estrategas norteamericanos fuera asegurarse la superioridad aérea en cualquier teatro de operaciones. Se barajaron un centenar de opciones, desde las más innovadoras hasta las más utópicas, pasando por las más descabelladas.
Sin embargo, sería a principios de los años 90 cuando EE.UU. sorprendería al mundo con una aeronave de características impresionantes: el F-117 Nighthawk. Estos bombarderos serían el as bajo la manga de las fuerzas de la coalición durante la operación Tormenta del Desierto, donde “destruirían más del 40% de las instalaciones militares fijas de Saddam Hussein, sin que un solo F-117 fuera derribado” (Bardají & Elía, 2018)
Los excelentes resultados del F-117 en Irak no sólo cumplieron con los estándares de la doctrina del aire norteamericana de la época –“usar equipamiento de alta tecnología para incrementar la eficiencia y reducir las pérdidas estadounidenses” (Arnold & Vitrikas, 1992)–, sino que forzaron a otros países a plantearse el desarrollo de tecnología furtiva para incorporar a sus medios aéreos.
Repercusiones internacionales: ¿Un nuevo concepto en disuasión?
En la actualidad, el despliegue de la tecnología furtiva protagoniza, e incluso domina, ciertos focos de conflicto alrededor del mundo. Basta con ver algunos de los escenarios en donde este tipo de recursos se han puesto en ejecución, Por ejemplo, el despliegue norteamericano en la península de Corea, donde cazas F-22 de la USAF se han llevado todas las miradas en el ejercicio “Vigilant Ace”.
Medio Oriente tampoco ha quedado fuera, con la llegada de los cazas furtivos F-35 “Adir” a Israel, en respuesta al desarrollo iraní del posible caza furtivo Qaher Q-313, dos medios que rivalizarán por la hegemonía en dicha región.
Por otro lado, Rusia ha asombrado al mundo con el estreno de su caza furtivo Su-57, el cual ampliará considerablemente las capacidades estratégicas del mando militar comandado por Vladimir Putin. China tampoco se ha quedado atrás, con el desarrollo de los cazas J-20 y J-31, los cuales podrían ser utilizados para expandir su esfera de influencia y asegurar el domino aéreo en la disputa por el Mar de la China Meridional.
El abandono de las armas nucleares como método disuasorio, hizo replantear a las naciones los medios a partir de los cuales llevar adelante tales acciones. Sin lugar a dudas, el uso de la alta tecnología como método ha ido ganando terreno. En este sentido, el ideal de Clausewitz acerca de las reservas estratégicas parece haber renacido, teniendo como gran protagonista a la tecnología furtiva.
Referencias:
-Clausewitz, Carl Von (2002) “De la Guerra”. LibroDot ediciones.
-Arnold, B & Vitrikas, R (1992) “Effects of Modern Technology on Airpower and Intelligence Support”. National Defense University. National War College. Washington.
-Sodupe, Kepa (1991) “La teoría de la disuasión: un análisis de las debilidades del paradigma estatocéntrico”. Revista de Afers Internacionals. Universidad del País Vasco. Disponible en: http://www.raco.cat/index.php/revistacidob/article/viewFile/27870/57242
-Coma, M (1989) “¿Qué es disuasión?”. Grupo de Estudios Estratégicos. Disponible en: http://gees.org/articulos/que-es-disuasion
– Bardají, R & Elía, O (2018) “1991: Tormenta del Desierto: La madre de todas las batallas”. Diario Libertad Digital. Disponible en: http://www.libertaddigital.com/cultura/historia/2016-02-18/1991-la-madre-de-todas-las-batallas-1276567815/
– Rao G.A., Mahulikar S.P. (2002),”Integrated review of stealth technology and its role in airpower”, Aeronautical Journal 106 (1066): 629-641.
Autor: Lucas Galletto.
Estudiante de Relaciones Internacionales (UCC). Se ha desempeñado como ayudante en la Cátedra de Historia de los Procesos Políticos Argentinos, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UCC). Interesado en Economía Internacional y Seguridad Internacional.