Aunque ya no ocupe los principales titulares de los medios, la crisis catalana está muy lejos de finalizar. El pasado 21 de diciembre, las urnas dejaron un ganador inédito, un independentismo fortalecido y un Rajoy perdedor. Es necesario explorar brevemente el recorrido que llevó a esta situación e interpretar los resultados, para entender los significados de esta elección y las perspectivas que abre para Catalunya.
Para comprender mejor la situación y el rol de algunos autores, se recomienda leer previamente el siguiente artículo: Catalunya, hagan juego señores
El recorrido
Mucha agua corrió bajo el puente desde el referéndum del 1 de octubre hasta las pasadas elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Tras la histórica jornada -condimentada por el entorpecimiento del procedimiento por parte de la policía nacional (que dejó más de 900 heridos)-, donde más de dos millones de catalanes manifestaron su apoyo a la independencia de la región, siguieron un par de semanas de fracasados llamados a la negociación. Una declaración de independencia simbólica y la intervención del Govern catalán marcaron un quiebre en la crisis política abierta desde el año 2012.
La aplicación del artículo 155 de la Constitución Española (la intervención) estuvo signada por la intransigencia: todo el gobierno fue cesado de sus funciones; la hacienda quedó en manos del gobierno central; los líderes de las principales organizaciones políticas independentistas (los Jordis) fueron detenidos inmediatamente; Puigdemont y algunos funcionarios se autoexiliaron en Bélgica, mientras que otros fueron encarcelados en Catalunya. Mensaje contundente de Mariano Rajoy, apoyado por el PSOE, Ciudadanos y el Rey Felipe VI.
Además, más de 3.000 empresas mudaron su sede administrativa de Catalunya a otras regiones españolas, y hubo masivas movilizaciones a favor y en contra de la intervención del gobierno de Madrid.
Con este panorama, el presidente Rajoy decidió convocar a elecciones autonómicas a realizarse el 21 de diciembre. Con el objetivo de reemplazar al cesado govern y la esperanza de un triunfo de los partidos españolistas que sepulte la carrera política de los líderes independentistas y hiera de muerte a sus formaciones políticas.
Los resultados
El sistema político catalán es parlamentarista. Los ciudadanos eligen 135 representantes parlamentarios, de los cuales surge un candidato a President de la Generalitat, que debe ser aprobado al menos por mayoría simple de los diputados (68 votos afirmativos).
Se presentaron más de 10 listas a la elección, pero fueron 7 partidos los que obtuvieron escaños. Éstos pueden dividirse en tres bloques diferentes: los independentistas (Junts per Catalunya, Esquerra Republicana Catalana, CUP), los españolistas (Ciudadanos, Partido Popular, PSOE) y los Comunes-Podemos (que abogan por un referéndum pactado y son antimonárquicos pero defienden la unidad territorial de España).
Los resultados de la elección pueden leerse de diferentes maneras. Ciudadanos (partido formado hace poco más de una década) ha ganado por primera vez en su historia unas elecciones autonómicas, aunque sus votos no superaron el 25%. Esto representó un aumento de 8 puntos respecto a la elección de 2015, donde quedó segundo a mucha distancia de una coalición independentista.
Sin embargo, fue una victoria pírrica, ya que es prácticamente imposible que logre formar gobierno, porque la lectura por bloques da como ganador al independentismo. Entre sus tres listas, han logrado la mayoría absoluta de la cámara con 70 escaños y un 48% de los votos. Los españolistas se han quedado con 57 legisladores y 43% de los votos. Mientras que los Comunes-Podemos obtuvieron 8 escaños y un 7% de los votos.
Una tercer forma de interpretar el mensaje de las urnas es en función del apoyo a la monarquía, dato no menor teniendo en cuenta el carácter republicano del independentismo catalán. Aquí el resultado es más claro: un 55% de los catalanes votó por formaciones abiertamente republicanas (el bloque independentista + Comunes), mientras que sólo un 30% lo hizo por formaciones abiertamente monárquicas (Ciudadanos + PP, ya que el PSOE tiene una posición ambigua).
Así planteada la situación, puede afirmarse correctamente que ganó Ciudadanos (pero con sólo un cuarto de los votos), el independentismo (pero sin llegar a la mitad de los votos) y el republicanismo (pero dividido en dos bloques). La dificultad de extraer conclusiones simplemente con los números es evidente, por lo que debemos aventurarnos a analizar los significados de esta elección teniendo en cuenta las variables contextuales y políticas.
Significado 1: El bloqueo de la crisis política
Si el objetivo de Rajoy era liquidar políticamente las aspiraciones independentistas, es evidente que falló y por mucho. Nuevamente, los partidos soberanistas catalanes se han hecho con la mayoría en el Parlament, y podrán formar gobierno sin necesidad de negociaciones políticas considerables.
Pero el mensaje es aún más contundente, ya que el partido más votado dentro del bloque fue Junts per Catalunya, encabezado por el exiliado ex presidente Carles Puigdemont, sobre quien pesa una orden de detención, lo cual pone en dudas la posibilidad de que encabece el nuevo Govern. En 2015, Puigdemont llegó a la presidencia “por la ventana” (era el cuarto de su lista), ya que la CUP, partido independentista anticapitalista, se negaba a apoyar al entonces presidente Artur Mas. El pasado octubre, fue acusado de cobarde y hasta “traidor” tras su huída a Bélgica para escapar de la cárcel. Esta elección es su redención, ya que se ha erigido en el líder legítimo del catalanismo.
Sin Embargo, el triunfo independentista dista de ser definitivo, ya que en la suma total de los votos no alcanza al 50%. Tampoco lo hace el bloque españolista, lo cual indica que la relación de fuerzas prácticamente no ha variado desde el 2015. Catalunya vive un bloqueo político, no hay una mayoría marcada de independentistas, pero tampoco la hay de unionistas. Y si hilamos más fino, dentro de cada bloque tampoco hay claras definiciones: en el independentismo, los votos se reparten casi equitativamente entre la centroderecha de Junts per Catalunya y la centroizquierda de Esquerra Republicana; en el españolismo hay una leve ventaja del centroderechismo de Ciudadanos + PP, pero el caudal de votos del socialismo español es considerable.
Es una sociedad polarizada respecto al nacionalismo, pero muy fragmentada en lo político. Y un escenario de semejante complejidad requiere de respuestas de fina elaboración, lo cual nos lleva al segundo significado de estas elecciones.
Significado 2: La imposibilidad de la intransigencia
Los catalanes han decidido castigar a las posturas más inflexibles, o han realizado una culposa autocrítica en las urnas. Dentro del bloque independentista, la CUP fue el partido que mantuvo explícitamente la opción por continuar con la declaración unilateral de independencia, y fue el que más votos perdió. Esquerra dijo “evaluar” dicha opción y, sorpresivamente, cayó ante Junts per Catalunya que se mantuvo indiferente al debate y centró su campaña en las detenciones y exilios de dirigentes.
Nuevamente, Puigdemont demostró pericia estratégica (o una enorme suerte) y su silencio fue más eficiente que cualquier declaración de principios. La vía unilateral de independencia ha conocido sus límites, y esta elección es una nueva posibilidad para barajar de nuevo y abandonar, tímidamente, el mandato del 1-0 que reclamaba una independencia inmediata.
Pero el castigo de las urnas no sólo alcanza al independentismo, sino que en el bloque españolista los más intransigentes también fueron los más castigados. Si bien Ciudadanos reclamó por la aplicación inmediata del artículo 155 y es extremadamente escéptico de cualquier negociación con el independentismo, no expresa un rechazo a la cultura catalana como sí lo hace el Partido Popular desde que es conducido por Rajoy.
Los populares estuvieron a la cabeza de todas las detenciones, han rechazado hasta el uso de la lengua catalana en el sistema educativo e intentaron intervenir los medios de comunicación. Su Vicesecretario de Comunicación, Pablo Casado, dijo que debían tener cuidado de no repetir la historia, o podrían acaban como Companys, en referencia al histórico líder catalán que terminó su vida fusilado por Franco en el castillo de Montjuic. No hace falta explicar mucho más para comprender por qué fue la peor elección del PP en la historia.
Si en el significado anterior se afirmaba que la relación de fuerzas prácticamente no varió desde el 2015, sí se puede admitir que en ambos bloques los moderados han triunfado sobre los más radicales. Tanto la vía unilateral como la intervención fracasaron, y la ciudadanía reclama por negociación. Puigdemont parece estar más dispuesto a ella que Arrimadas (la líder de Ciudadanos). Pero es entendible, ya que el independentismo ha salido fortalecido y tiene menos para perder.
Significado 3: La derrota de Rajoy
Si bien el panorama post-electoral parece complejo, sí hay un mensaje claro: Rajoy ha sido el gran perdedor; y con él, su partido. Su posicionamiento inflexible respecto a la cuestión catalana resultó ser un error basado en un desconocimiento de la población.
Planteó el “desafío” independentista como un mecanismo de presión de una dirigencia política opositora, desconociendo las raíces históricas del nacionalismo catalán (ver: Cataluña y España, un repaso histórico). Por ello mismo, su respuesta a la crisis fue meramente judicial y no política. Considerando que no había nada que negociar, porque los independentistas son delincuentes que desconocen la Constitución, y, por lo tanto, debían ir presos. Sin embargo, detrás de esa dirigencia estaba una mitad de la población.
Pero su problema fue la otra mitad, la no independentista, factible a apoyarlo. Ahí sí salieron a relucir los errores de la intervención y el rechazo al anticatalanismo del presidente y sus allegados. Los votantes de los Comunes-Podemos y el PSOE, más inclinados a la izquierda, difícilmente hubiesen votado al PP, pero los de Ciudadanos sí lo hubieran hecho.
Y es allí donde se encuentra la principal amenaza al presidente español. Porque Ciudadanos es un claro rival en la franja electoral centroderechista y promonárquica, que ha venido a romper el bipartidismo (junto con Podemos). A aproximadamente año y medio de las próximas elecciones generales en España, la cesión del liderazgo opositor al independentismo a dicho partido, es una amenaza enorme para el Partido Popular.
Perspectivas
Entonces, ¿qué puede deparar el año entrante para Catalunya? Por todo lo anteriormente expresado, sería muy difícil encontrarse con una nueva declaración unilateral de independencia o una intervención. Los independentistas tienen una gran oportunidad para obtener un espacio de negociación ante un Rajoy debilitado y amenazado por varios flancos. Cabe recordar que el PSOE apoyó la intervención con la condición de abrir, a futuro, la posibilidad de modificar la Constitución Española y ampliar el federalismo del Estado. Ésta podría ser la vía por la cual el presidente recupere fuerzas hacia un 2019 electoral.
Pero no son sólo los dirigentes políticos los únicos implicados en la crisis. Las bases independentistas han demostrado, a lo largo de los últimos años, una gran capacidad de movilización, realizando huelgas generales contundentes como la del pasado 3 de octubre. De ellos dependerá, también, el margen de acción de sus dirigentes y la posibilidad de moderación en sus posiciones. En un principio, será clave lo que ocurra con los detenidos y exiliados: si la justicia española continúa con los procesamientos e impide que los líderes más populares participen del Govern, podría radicalizarse la posición soberanista.
Por último, el mercado también será un factor a considerar. El abandono de Catalunya de miles de empresas, al menos desde lo administrativo, impactó a la economía de la región, que no pudo crecer en el último trimestre del año. El turismo, sector muy importante en Barcelona, acusó recibo del golpe. Sin embargo, el mensaje de esta elección es que el independentismo no es un fenómeno temporal y de moda, sino una aspiración política y cultural profunda de un sector muy importante de la población. Si la amenaza de una independencia unilateral decrece, y con ello el potencial abandono del Mercado Común Europeo, es probable que el capital vuelva a fluir hacia el noreste de la Península Ibérica.