El bautismo de fuego de Donald Trump en Siria

El ataque estadounidense contra Siria abre oficialmente el juego de la nueva administración.

 

La noche de la madrugada del día 7 de Abril del corriente año, desde el buque de guerra USS Independence localizado en el Mediterráneo, los EEUU lanzaron un repentino ataque de 59 misiles crucero Tomahawk contra instalaciones de la Fuerza Aérea siria.

Hasta la semana anterior, las declaraciones del Secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson y la representante en la silla del Consejo de Seguridad, Nikki Haley, demostraban una leve inclinación a aceptar la permanencia de Al-Assad en el gobierno de Siria, marcando un cambio sustancial en la línea discursiva de la anterior administración Obama. La relativa “estabilidad” que se había alcanzado en favor de Siria por la creciente intervención activa de Rusia en la región pusieron en duda la posibilidad efectiva de derrocar al líder de Damasco por parte de la oposición apoyada desde occidente.

En este espacio esperanzador, ocurrió un feroz ataque químico con gas sarín sobre la población civil de la localidad de Jan Seijun. Los orígenes de este aún son dudosos, y antes de haber una debida investigación acerca del asunto el aparato mediático occidental ya estaba difundiendo la responsabilidad del mismo a las Fuerzas Armadas de Al-Assad. Con posterioridad a los acontecimientos del gas sarín, las declaraciones de los mencionados funcionarios han vuelto a tener un fuerte matiz anti Damasco, aunque con diferencias en torno a la prioridad de los objetivos estadounidenses.

Donald Trump, quien se había manifestado profundamente crítico hacia los escenarios de desestabilización del sistema internacional que significaron Irak en 2003 y Libia en 2011, y de haber declarado que no consideraba a Assad un problema, de repente responsabiliza al gobierno sirio sin miramientos y ordena lanzar un fulminante ataque contra Siria. Básicamente el jefe de Estado norteamericano se topó de lleno con la diferencia abismal entre lo que se desea hacer y lo que las estructuras de poder posibilitan u ordenan hacer, luego de ir de tropiezo en tropiezo en su política interior contra los frenos y obstaculizaciones para consolidar un gabinete sólido.
Clara y lamentablemente, los giros de la política exterior norteamericana esperados con el cambio de administración no obedecen a la voluntad de los políticos en el gobierno, sino a una conjunción realista y lobbysta entre la estructura de seguridad del sistema internacional en claro proceso de reacomodamiento (donde la consolidación de Rusia e Irán como estructura de poder en Oriente Medio corrió el balance de poder en detrimento de occidente) y los grupos de interés que presionan para ver destronado al jefe de Estado sirio.

La fricción permanente entre dos estructuras de seguridad con intereses opuestos (Rusia, Irán y Siria contra el conglomerado militar occidental y saudí) y los grupos de presión económicos (el precio del petróleo y las acciones de Raytheon, la fabricante de misiles Tomahawk, subieron a consecuencia del ataque ) demostraron al mandatario norteamericano que el comportamiento del Estado no responde totalmente a la voluntad de un gobierno sino a constreñimientos estructurales y económicos que le son exógenos. El Trump consciente de la importancia de Assad que se presentó en la campaña electoral claramente se desdibujo en el ejecutor de la fuerza afín a grupos de poder que juegan en un espacio geográfico donde los esfuerzos de desestabilización de Obama prácticamente estaban controlados por las fuerzas del orden sirias. Donde un bloque se seguridad se estaba consolidando, otro bloque responde con fuerzas para re-posicionarse, dándole a la geopolítica una dinámica similar a las leyes de acción-reacción propias de la física más pura y dura.

La caída del gobierno sirio significaría una catástrofe para la estabilidad del sistema internacional. La intervención de Bush en Irak y la de Obama-Clinton en Libia generaron la mayor crisis humanitaria desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, redundando en un aumento terrible del terrorismo y la inseguridad en el globo. Por su posicionamiento estratégico en el Mediterráneo oriental, el colapso de Siria abriría una puerta imposible de cerrar a la anarquía, el desorden y el caos no solo en el Oriente Medio sino también en Europa, la cual no parece ser consciente de las consecuencias peligrosas de su juego estratégico anti-Assad en el Levante.

Habrá que seguir los acontecimientos en un momento en que los EE.UU se muestran nuevamente como los ejecutores coactivos de intereses ajenos al estrictamente nacional, después de todo ¿qué amenaza representa Al-Assad para la seguridad estadounidense en sí? Las relaciones con Rusia después de este ataque deberán ser otro motivo de minucioso análisis, ya que esta última es la potencia que brindo una relativa estabilidad al sistema en la región del oriente medio, corriendo la línea de poder a favor del Irán, Siria y el fortalecido Hezbollah. Nótese que cuestiones que tocan a la seguridad nacional del Estado de Israel también entran en el juego que se está dando en la región, haciendo de la estructura de poder regional un espacio donde se entrecruzan una diversa variedad de temores por la auto-preservación, haciendo sumamente difícil tomar una decisión definitiva en pos de la estabilidad total.

El ataque del pasado 7 de Abril fue la intervención de la administración Trump en la escena. Si bien pareciera haber una continuidad del plan anti-Damasco de los predecesores en la Casa Blanca, es presuroso sacar conclusiones aun. Si Trump será un giro o una continuidad es todavía un tema que no puede abordarse. El ataque perpetrado por los misiles Tomahawk fue fugaz, y a pesar de la gran concentración de fuego sobre la base aérea de Shairat, esta última no fue seriamente dañada y continua siendo utilizable para fines militares. Esto pone en cuestión si realmente el objetivo del ataque fue neutralizar las instalaciones militares de Assad o dar un mensaje a algún sector político de cara a negociaciones en el campo de la diplomacia con Rusia.

 
Bibliografía:

  • The Washington Post. Phillp, A; DeBonis, M: “Tillerson, Haley issue differing statements on future of Assad in Syria”. Nota publicada el 9/04/2017. Link haciendo click aquí.
  • Waltz, Kenneth: “El hombre, el Estado y la guerra”, Editorial Nova. Buenos Aires, 1959.
  • El Economista: “Las empresas de defensa se posicionan en bolsa.” Nota publicada el 9/04/2017. Link haciendo click aquí.
16 de abril de 2017

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