En el año 1950, Corea del Norte invadió a su vecina austral en una arrolladora campaña militar orquestada cuidadosamente del lado septentrional del famoso paralelo N°38 de la península. El avance de las tropas comunistas estaba motorizado por el afán de unificación peninsular de las autoridades de Pyongyang, y apoyado por la China maoísta, la cual buscaba tener proyección estratégica hacia el Pacífico presionando a través de Corea y las aguas aledañas a la isla de Formosa (Taiwán).
Las dos Coreas y el mapa geopolítico
Habiendo acorralado al mal preparado ejército surcoreano en las áreas sureñas de Pusan, el General Douglas MacArthur (comandante en jefe de la fuerza de tareas norteamericana encargada de llevar adelante la resolución N°83 del Consejo de Seguridad de la ONU) lanzó un ataque transversal en sentido oeste-este, desembarcando el grueso del poderío norteamericano en la bahía de Inchon. De esta manera cortó la comunicación y el aprovisionamiento del ejército norcoreano combatiente en el sur, dirigiendo sus fuerzas a la toma de Pyongyang y la reconquista de Seúl. MacArthur vislumbro un ejército comunista poderoso y de veloz avance, pero que habiéndose extendido demasiado territorialmente, se transformó en algo franqueable mediante una brillante operación anfibia como la realizada en las susodichas costas del mar Amarillo.
Ofensiva con sello norteamericano
Habiendo cortado los esfuerzos norcoreanos desde el este, MacArthur lanzó su ofensiva hacia el norte expulsando a las tropas invasoras hasta llegar a la frontera con Manchuria. Fue aquí donde el célebre General del Ejército de los EEUU entró en conflicto con las autoridades de Washington y con la ONU, quienes le prohibieron bombardear los puentes sobre el río Yalu (río divisorio entre Corea del Norte y China), ya que la autorización de intervención norteamericana excluía la acción militar sobre dicha infraestructura, o contra cualquier instalación ubicada al norte del cauce fluvial.
Ecos de guerra
MacArthur entendía muy bien un fenómeno estratégico que los políticos no parecieron ver: perseguir a los norcoreanos hasta la frontera con China y no destruir los puentes que permiten la comunicación con el gigante asiático podría provocar una entrada de tropas chinas imposible de contener. El sector político de Washington se mantuvo firme para evitar problemas diplomáticos con China y los puentes jamás fueron tocados, para disgusto del General. A posteriori, aproximadamente 200 mil efectivos militares cruzaron el Yalu desde Manchuria, recuperando el territorio de Corea del Norte nuevamente hasta el paralelo N°38, y desbordándolo. Ante esta evitable catástrofe militar provocada por cuestiones políticas, MacArthur relata en sus memorias que un piloto norteamericano herido y mutilado de gravedad le preguntó:
“General… ¿de qué lado están Washington y las Naciones Unidas?”
MacArthur, Douglas: 1965
La no voladura de los puentes sobre el mencionado río dio a los comunistas la oportunidad de oro para recuperar Corea del Norte y volver la situación al momento inicial del conflicto. El General Lin Piao, quien comandó esta exitosa contraofensiva comentaría posteriormente en una octavilla:
“Jamás habría realizado el ataque y arriesgado a mis hombres y mi reputación militar si no hubiese estado seguro de que Washington impediría que MacArthur tomase las adecuadas medidas de represalias contra mis líneas de aprovisionamiento y de comunicaciones”
Lin Piao, citado por Douglas MacArthur; 1965.
La dinastía Kim
La historia da cuenta de la importancia que tuvieron los puentes sobre el río Yalu para el desenlace de la guerra de Corea. En el campo de la cooperación militar, dicho accidente geográfico fue la arteria que mantuvo presente a los ejércitos comunistas en la península. Hoy en día, la frontera chino-norcoreana es la que permite preservar en el poder al régimen de Kim Jong-Un, como permitió también a Kim Jong-Il y Kim Il-Sung años anteriores. Los puentes sobre el río Yalu y su importancia estratégica para la supervivencia del régimen en la guerra de 1950-1953 hacen de la frontera con la República Popular de China el pilar de soporte norcoreano.
Beijing ha sido siempre el aliado más importante de Corea del Norte y el principal socio comercial, posibilitando la existencia de un régimen de características casi herméticas como el de los Kim. Históricamente, y a través de la mencionada frontera, ingresaron desde China grandes flujos de alimento, energía, armamento y equipamiento militar.
Una amenaza nuclear latente
No se debe caer en la rápida conclusión de que el gigante asiático apoya incondicionalmente al régimen de Pyongyang. La relación entre ambos países ha sido descrita por Beina Xu y Jayshree Bajoria como:
“Una alianza histórica bajo estrés”
Xu Beina y Bajoria Jayshree; 2014.
Esta oportuna denominación se debe a las fricciones entre ambos Estados debido a las pruebas nucleares realizadas por Corea del Norte en el año 2013, mientras la República Popular de China forma parte del esfuerzo multilateral internacional para la des-nuclearización de la península. Previamente a estos sucesos, China apoyó la resolución 1718 del Consejo de Seguridad de la ONU que impuso sanciones a Pyongyang luego de las detonaciones realizadas por el régimen en Octubre de 2006. Es decir, China es consciente de la fragilidad del asunto concerniente a la seguridad de la región, y participa activamente en los esfuerzos destinados a contener el desarrollo nuclear de Corea del Norte.
¿Sólo una amenaza nuclear?
Después de todo, un aumento significativo de las capacidades nucleares del régimen de Kim Jong-Un generaría una respuesta sistémica por parte de Corea del Sur, Japón y los mismos EEUU para disuadir y neutralizar la diferencia de poder entre las dos Coreas, nivelando el balance de poder en el lejano oriente. China entiende que este desnivel de poder puede ser perjudicial para sus intereses de consolidarse hegemónicamente en la región, y participa activamente en el control sobre Corea del Norte para que no desestabilice los balances de poder ni otorgue a las democracias liberales un motivo de alerta y aumento de presencia en la zona. Como lo afirma Kenneth Waltz en su obra “El Hombre, el Estado y la Guerra”, la contención mutua debe ser sistémica:
“Aun cuando existan dos o más Estados equipados con armamentos similares, una leve alteración en el equilibrio del terror, que diese una ventaja militar decisiva a un Estado, puede inducirlo a aprovechar el momento con el objeto de escapar del temor”
Waltz, Kenneth; 1959.
Sin frontera, sin régimen
Mientras tanto, y hasta el día de la fecha, la frontera septentrional de Corea del Norte continua siendo, pese a las diferencias entre Pyongyang y Beijing, la columna vertebral de la supervivencia del régimen. A través del río Yalu, al cual el General MacArthur identificó como el elemento geoestratégico que posibilitaría la permanencia del comunismo en la península, la cooperación con China se desenvuelve a ritmo constante. La cuestión de la paz en la región no puede pensarse sin la influencia que puede ejercer la mencionada República Popular sobre Kim Jong-Un a través de dicha frontera, siendo Beijing el sostén y la contención de Pyongyang.
Bibliografía:
- MacArthur, Douglas: “Memorias de Douglas MacArthur”. Ed: Luis de Caralt. Barcelona, 1965.
- Waltz, Kenneth: “El hombre, el Estado y la guerra”, Editorial Nova. Buenos Aires, 1959.
- Xu, Beina; Bajoria , Jayshree: “The China-North Korea Relationship”. Ed: Council of Foreign Relations, 2014.
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