Por Rosario Ferrer
Las discrepancias políticas con Reino Unido y la poca participación en la toma de decisiones son algunos de los motivos que avivaron el descontento de los escoceses y, con él, su espíritu independentista. El debate dividió a la sociedad en dos, llegando incluso a celebrarse un referéndum en 2014 donde los ciudadanos escoceses decidieron seguir siendo parte de RU, pero el Brexit cambió el panorama. ¿Será hora de un nuevo referéndum?
¿De dónde viene el deseo de independencia de los escoceses?
Históricamente existieron rivalidades entre Escocia e Inglaterra, ya sea por cuestion20es territoriales como políticas, pero a principios del siglo XVIII su relación cambió por completo: el 16 de enero de 1707 ambos reinos decidieron unirse formando el Reino de Gran Bretaña. Esta decisión no fue de gran agrado para la mayoría de los escoceses porque consideraban que estaban perdiendo su soberanía e independencia.
Con el paso del tiempo, el descontento escocés se fue manifestando aún más hasta crear el Partido Nacional Escocés (SNP) en 1934, el cual defiende que Escocia vuelva a ser el Estado independiente que fue antes de unirse a Inglaterra, o en otras palabras, la secesión de Escocia de Reino Unido. En las últimas décadas el SNP ha ganado muchos simpatizantes haciendo el sueño de una Escocia independiente cada vez más probable.
Hoy en día el deseo de dejar de depender de Londres está más latente que nunca. Los escoceses, además de tener una identidad cultural propia, siempre han tenido ciertas diferencias respecto al resto de Reino Unido en cuanto a administración legal, educativa y hasta religiosa. Una de las discrepancias más evidentes es en cuanto a la política: mientras Inglaterra es mayoritariamente de centro-derecha, Escocia es socialdemócrata. Pero lo cierto es que su influencia en la toma de decisiones es mínima, por lo que Londres siempre tiene la última palabra.
Referéndums: los ciudadanos deciden
La falta de autonomía generó que el número de defensores de la independencia aumentara en los últimos años y los escoceses se hicieron escuchar en las calles exigiendo un plebiscito. Así es como en el año 2013 se acordó que se celebraría un referéndum para que los ciudadanos decidieran de forma directa sobre el futuro de su país. Finalmente, al año siguiente, una mayoría del 55,3% votó por “Remain”, es decir, seguir perteneciendo a Reino Unido.
Pero, en 2016 un hecho que sacudió a Europa hizo que muchos escoceses cambiaran de opinión: el Brexit. En el referéndum sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), Escocia manifestó su deseo de seguir perteneciendo a ella con un 62% de votos en contra. Uno de los principales argumentos de los opositores de la independencia escocesa era precisamente que dejarían de ser parte de la UE, lo cual traería graves consecuencias para su economía. De esta manera, muchos de los entonces detractores ahora apoyarían la independencia para volver a la Unión.
Considerando este cambio de panorama, Nicola Sturgeon, la primera ministra de Escocia, fijó fecha para un nuevo referéndum de independencia para octubre de 2023, aunque no parece que vaya a ocurrir. El pasado 23 de noviembre la Corte Suprema del Reino Unido dictaminó que el Parlamento escocés no tiene el poder de legislar para un referéndum de independencia de Escocia. Sturgeon manifestó su decepción y que seguirá insistiendo, pero que igualmente respetará la sentencia. “En una democracia, nuestra voz no puede y no será silenciada“, twitteó.
¿Cómo repercutiría la independencia en la vida de los escoceses?
Por más que la Corte haya fallado en contra del nuevo referéndum, el deseo de independencia no cesa, por lo que tarde o temprano los escoceses deberán enfrentarse nuevamente a la pregunta: “¿Debería Escocia ser un país independiente?” Si tenemos en cuenta que el contexto político y económico cambió drásticamente respecto al del primer referéndum, que gane el “Sí” es muy factible. Entonces, ¿qué consecuencias traería consigo la independencia? ¿les conviene independizarse?
Lo cierto es que, además de las dificultades administrativas que traería la secesión, también aumentarían los problemas económicos de los escoceses. Por un lado, se pensaba que tener total control del petróleo de su territorio ayudaría a repuntar la economía, pero en realidad si tenemos en cuenta el costo de su extracción, la ganancia no sería mucha y no se generarían nuevas inversiones. Y por otro lado, no debemos pasar por alto que Escocia tiene un déficit fiscal que hoy puede resistir porque es solventado por Gran Bretaña, por lo que desligarse completamente le puede salir muy caro.
Si bien posiblemente la independencia genere ciertos desajustes en la economía del país, la decisión queda completamente en manos de los escoceses. ¿El nacionalismo escocés y el deseo de autonomía le ganará al bienestar económico? Solo el tiempo dirá.
