El conflicto entre Palestina e Israel fue, desde sus orígenes, un motivo cohesionador entre los Estados árabes de Oriente Medio. Con la creación de Israel a mediados del siglo pasado, muchos se volcaron con Palestina y aumentó la camaradería entre poblaciones donde las diferencias tribales y religiosas habían creado importantes brechas en la umma (la comunidad de creyentes del Islam). El consenso panárabe contra el enemigo sionista fue una constante durante la segunda mitad del siglo XX y ayudó a maquillar los problemas internos de muchos Estados. Sin embargo, en los últimos años diversos gobiernos de la región disminuyeron su escepticismo hacia Israel y se está dando una normalización de las relaciones entre ellos. Un estudio del Pew Research Centre indica que los Estados de Oriente Medio reconocen que Israel ha ganado influencia entre ellos. Las razones de esta situación son diversas: la geoestrategia, la cooperación en temas de energía y recursos naturales, la lucha contra el terrorismo y la fatiga generada por setenta años de conflicto.
Si bien existe un mayor acercamiento del mundo árabe con Israel, el número de países que reconocen a Palestina como Estado también aumentó en los últimos años. Además, datos del Banco Mundial revelan que la ayuda internacional que reciben tanto Gaza como los territorios ocupados creció en las últimas décadas, con 2 402 billones de dólares en 2016. A pesar de ello, Palestina ha perdido recientemente su status especial en la agenda internacional; mientras tanto, atendemos a una nueva configuración del orden de Oriente Medio con Israel conformando nuevas alianzas.
A continuación, se verá cómo ciertos actores, que durante el siglo XX se enzarzaron en guerras contra Israel o le declararon injurias, encontraron al día de hoy suficientes motivos por los cuales colaborar a su lado.
Egipto: cada vez más amigo
Han pasado ya casi 40 años desde que el presidente al-Sadat hiciera de Egipto el primer Estado árabe en firmar la paz con Israel. Tras cinco guerras desde la creación del Estado de Israel, el tratado de paz de 1979 puso fin al conflicto entre ambos. Desde entonces, sus relaciones se reforzaron gracias a la cooperación en materia de energía y seguridad.
Israel y Egipto también han encontrado enemigos en común. Por un lado, Israel considera a Hamás (una organización palestina) como una amenaza para su seguridad nacional, mientras que para Egipto es una organización vinculada a los Hermanos Musulmanes (organización política islamista para algunos y grupo terrorista para otros), a pesar de que el año pasado Hamás rompiera todo lazo con su matriz. Al-Sisi, presidente egipcio, mantiene desde 2014 el bloqueo de Gaza y del paso de Rafah, en concordancia con el bloqueo también impuesto por Israel. Además, ambos lucharon por la supresión de los conocidos túneles de Gaza. Por otro lado, cooperaron en el Sinaí para la erradicación de milicias del Dáesh, también conocido como Estado Islámico.
A pesar de la manera en que la sociedad egipcia simpatiza con Palestina, las relaciones con Israel no han hecho más que mejorar desde que al-Sisi llegó al poder, prueba de ello es la restauración de las relaciones diplomáticas. El presidente egipcio ha reiterado su intención de mediar en el conflicto en Tierra Santa y dio su apoyo a Mohamed Dahlan, principal opositor del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.
En materia energética, en febrero de 2018 se anunció un acuerdo por 15 billones de dólares entre una empresa privada egipcia y otras tantas israelíes para la compra de gas por 10 años. En cuanto al agua, Egipto ya ha contado con Israel en la mediación de la controversia con Etiopía por los recursos del Nilo. Además, Israel podría ser un nuevo proveedor ante los problemas de escasez de agua que presenta el Estado africano.
Jordania: una cooperación necesaria
Desde que en 1994 el rey hachemita de Jordania sellara la paz con su vecino occidental, sus relaciones pasaron por varias fases. La Explanada de las Mezquitas y la soberanía sobre Cisjordania fueron el epicentro de muchas de sus controversias. Las tensiones de los últimos meses se redujeron gracias a que Israel se disculpó por el asesinato de dos jordanos a manos israelíes en Amman y el de un juez jordano en Nablus, Cisjordania.
Los hechos explican que las relaciones entre Jordania e Israel más que de amistad, han sido necesarias. Su cooperación en energía y seguridad fue prácticamente inevitable. Por ejemplo, Israel vendió tecnología militar a Jordania y ambos cooperaron en la lucha contra el Estado Islámico en las fronteras con Siria.
En cuanto a energía, Jordania es el primer receptor de gas israelí desde que el gabinete de gobierno de Israel anunciara en 2015 la explotación de gas natural en sus costas del Mediterráneo. Amán y Tel Aviv firmaron un acuerdo por valor de 10 billones de dólares para la provisión de gas por los próximos 15 años.
Además, desde el año 2013 Jordania, Israel y la Autoridad Nacional Palestina colaboran en la construcción de un acueducto que transporte agua desde el mar Rojo al mar Muerto para poner un freno a su desecación. La inversión de 900 millones de dólares fue frenada por tensiones diplomáticas, pero parece haber retomado el rumbo en los últimos meses.
Arabia Saudí: cada vez más cerca de Tel Aviv
Aunque la dinastía Saudí nunca fue miembro de las coaliciones árabes que le declararon la guerra a Israel, sí que ha sido una fiel defensora de los derechos del pueblo palestino. Sin embargo, varias razones llevaron a un progresivo deshielo de la enemistad con Israel, que aún está en marcha.
Las tensiones entre Irán y Arabia Saudí han provocado que Tel Aviv y Riad acercaran sus posturas desde que en 2015 rechazaran a la vez el acuerdo nuclear entre Irán y otras potencias. Estados Unidos ha orquestado parte de este recelo hacia la república persa y todos ellos encontraron algún motivo por el cual desconfiar de Irán. Israel y Arabia Saudí tienen posicionamientos comunes en la guerra de Siria, la cual también les enfrenta con Irán. Para entender el recelo entre Irán e Israel recomendamos consultar el siguiente artículo: “Netanyahu en Moscú, pensando en la post-guerra Siria” (Moyano, 2017).
Otra razón ha sido el deterioro de las relaciones con Palestina. El príncipe heredero de la corona saudí, Mohammad Bin Salman, no parece caer en gracia a Mamud Abbas y viceversa. Bin Salman no sólo ocupó la primera plana de los diarios por sus medidas progresistas internas, sino también por sus polémicas declaraciones respecto al conflicto en Tierra Santa. Arabia Saudí se ha convertido en un importante conductor del “acuerdo del siglo”, según lo ha denominado su creador, Donald Trump. Bin Salman hizo llegar este acuerdo a las autoridades palestinas insistiendo rudamente en que debían aceptarlo.
A pesar de que el príncipe Salman reconociera el derecho de Israel a poseer su propio territorio, tanto él como su padre, el rey, reiteraron en varias ocasiones el apoyo de Arabia Saudí al pueblo palestino. Cabe recordar que Arabia Saudí no reconoce todavía a Israel como Estado y tampoco acepta sus pasaportes. Además, Arabia Saudí condenó la declaración estadounidense de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado judío e instalar ahí su embajada.
Otros actores estatales en Oriente Medio y su relación con Israel
La desconfianza en común hacia Irán llevó también a algunos Estados del Golfo Pérsico, como Emiratos Árabes Unidos (EAU) o Bahréin, a mejorar sus relaciones con Israel. Irán fue instigador de las revueltas contra la monarquía bahreiní en 2011 y mantiene disputas con EAU por tres islas en el Golfo. Ciertas fuentes revelan que los EAU colaboraron con un think tank proisraelí en su enfrentamiento con Irán. En cuanto a Catar, su cercanía con Irán le ha costado, en gran parte, su actual bloqueo por parte de los Estados del Golfo. Sin embargo, aunque Catar haya criticado fuertemente que sus vecinos normalizaran sus relaciones con Israel, ahora ve al país mediterráneo como una escapatoria a su aislamiento.
Tras el caso de la “flotilla de la libertad”, las relaciones entre Turquía e Israel parecen haber mejorado. Sin embargo, aún se mantienen tensas, especialmente después de que Erdogan y Netanyahu se acusaran mutuamente por sus ataques indiscriminados contra kurdos y palestinos, respectivamente. La posibilidad de que Jerusalén se convierta en capital de Israel y la seguridad energética que Rusia proporciona a Turquía tampoco ayudan al acercamiento entre Ankara y Tel Aviv.
El Líbano y Siria no pueden presumir de haber normalizado sus relaciones con Israel, ya que no mantienen relaciones diplomáticas. Además, tras varios conflictos entre Israel y el Líbano, todavía no han firmado un armisticio; y a pesar de que Israel lo firmó varias veces con Siria, siempre se vio interrumpido por brotes de violencia.
Conclusiones y tendencias futuras
Por todo lo expuesto, la realidad actual de Oriente Medio y los retos que esta propone han sido la causa de la normalización de las relaciones de muchos Estados con Israel. El flagelo que supuso el auge del Estado Islámico puso al terrorismo a la cabeza de las preocupaciones sociales de la región, como indica otro estudio del Pew Research Center. Esta situación, junto a las guerras de Siria y Yemen y sus consecuencias, privaron a la actual crisis violenta en Palestina –como así la denomina el barómetro de 2017 del HIKK– de la atención internacional que ostentaba.
No se puede decir que los Estados árabes se hayan dejado llevar solamente por sus intereses económicos al normalizar sus relaciones con Israel, ya que el preocupante estado de la seguridad y la escasez de recursos han sido importantes nexos. Otros factores como la percepción de la república persa como una amenaza en común o la bonanza energética de Israel están convirtiendo a enemigos en amigos. Para conocer más sobre las tendencias futuras de la política exterior israelí se puede consultar el siguiente artículo: “Netanyahu: la diplomacia y la guerra” (Moyano, 2018).
Cabe añadir que el fracaso de los esfuerzos por lograr la paz ha llevado a la desesperación de muchos de los actores involucrados. Los vecinos árabes parecen haberse cansado de un conflicto que, si nos remontamos a las luchas entre la Haganá (organización paramilitar de autodefensa judía) y las milicias árabes durante el mandato británico, está a punto de cumplir un siglo. Las tensiones entre Hamás y Fatah –a pesar de que llegaran a un acuerdo el año pasado– y la falta de unidad que Arafat encarnaba, han desmoralizado a muchos mediadores, los cuales llevaron su atención a nuevos conflictos.
Se observa además que el acercamiento a Israel es cauteloso y los gobiernos árabes no dan prueba de ello abiertamente. Sus poblaciones siguen fuertemente comprometidas con sus hermanos de fe en Palestina, y Estados como Egipto y Jordania ya sufrieron turbulencias debido a ello. Todavía muchos Estados ni siquiera reconocen a Israel ni aceptan sus visados, pero ya han cooperado en materia de seguridad o en el enfrentamiento con Irán.
Esta normalización puede ser un indicador de que la solución al conflicto no se encuentra lejos. Sin embargo, sin acuerdo de paz antes de normalizar definitivamente las relaciones, la situación solo puede agravarse. Mientras que Israel podría consolidar la ocupación de Cisjordania, grupos radicales como Hamás encontrarían más motivos por los que convertir a sus jóvenes militantes en nuevos mártires. Además, situaciones como la de Gaza requieren una solución inmediata. En ese sentido, un informe de las Naciones Unidas (Gaza in 2020: a Liveable Place?) apunta a la inhabitabilidad de la zona para 2020.
La normalización de las relaciones con Israel puede ser un aviso a la clase política palestina de que, aunque las propuestas de paz no satisfagan todas sus peticiones, la paz es necesaria, y que sin ella el futuro solo puede ser peor. Así, un acuerdo de paz y la normalización de las relaciones tanto con Israel como con un futuro Estado palestino pueden traer beneficios para todos los socios de la región, lo que habilitaría el crecimiento económico y una mayor seguridad y estabilidad de Oriente Medio.
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Autor
Alejandro Álvarez Ramírez: Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid, España) y actualmente estudiante de la Maestría en Derechos Humanos y Gobierno a multinivel en la Universidad de Padua (Italia). Interesado específicamente en el área de Oriente Medio y el Cuerno de África. Colabora tanto con organizaciones españolas como argentinas.