Por Rosario Ferrer
Por más de que sea de los países más lujosos y posea una de las reservas de gas natural más sobresalientes de todo el mundo, Turkmenistán constituye uno de los Estados en donde el culto a la personalidad del gobernante llegó a niveles inimaginables, desprotegiendo, casi por completo, los derechos humanos de su pueblo.
Turkmenistán independiente y el culto a la personalidad
La República de Turkmenistán, ubicada en Asia Central, es una de las repúblicas que formaron parte de la Unión Soviética. Tras la disolución de la URSS en 1991, obtiene su independencia quedando ahora al mando Saparmyrat Niyázov, quien se autoproclamó Türkmenbaşy, “líder de todos los turkmenos”.
Niyázov instaló un desmedido culto a la personalidad y se convirtió en el líder espiritual de su pueblo. Erigió estatuas de sí mismo bañadas en oro y hasta cambió el nombre de los días de la semana y de los meses del año por nombres de distintos héroes nacionales y por el nombre del libro de su propia autoría:
el Rhunama. En este, Niyazov, explicaba a los turkmenos el sentido de la vida y los valores de su patria, y obligaba a los ciudadanos a aprenderlo a la perfección.
Türkmenbaşy fue sucedido en 2006 por su dentista (sí, su dentista), Gurbanguly Berdimuhamedow, quien continuó con el extremo culto a la personalidad, pero ahora erigiéndose a sí mismo en el centro. El gobierno de Berdimuhamedow se tornó aún más excéntrico: en su propaganda política se mostraba cantando o participando en carreras de autos o caballos, e incluso prohibió circular en coches de color oscuro porque podría dar mala suerte…
¿Y el pueblo de Turkmenistán?
Como pudimos observar, Turkmenistán tuvo gobernantes muy particulares que se posicionaron en el centro de toda la atención del país, pero ¿qué pasó con el pueblo? ¿goza también de ese lujo tan extravagante? Lo cierto es que la realidad de los turkmenos está muy lejos de los edificios de mármol blanco que caracterizan a la arquitectura del país…
Diversos reportes de Naciones Unidas señalan que el respeto a los derechos humanos en Turkmenistán es prácticamente inexistente. El presidente y sus socios controlan todos los aspectos de la vida pública a la vez que reprimen a la disidencia, lo que hace imposible el respeto a derechos fundamentales como la libertad de expresión, la de prensa o de religión. Además, preocupa a los organismos internacionales el rechazo a las minorías y las persistentes prácticas de trabajo forzoso.
Partiendo de que los presidentes son elegidos arbitrariamente, la intervención de la sociedad civil en el gobierno se hace prácticamente imposible. El ex presidente Niyazov llevaba a cabo purgas de los distintos escalones del gobierno para disminuir las bases de poder de las élites políticas y, por lo tanto, su capacidad potencial para convertirse en sus rivales. Incluso, la participación política a través de manifestaciones se hace muy difícil, ya que las autoridades turkmenas las reprimen violentamente.
Los turkmenos tampoco gozan de libertad de expresión ni de prensa. El Estado controla los medios gráficos, de televisión y electrónicos. Persistieron las restricciones al acceso a Internet (tan solo el 1% de la población tiene acceso) y las autoridades bloquearon numerosos sitios, como Facebook, YouTube y Twitter. Hay pocos periodistas independientes, pero sufren constantes intimidaciones y riesgo de ser detenidos. Los datos de Reporteros sin Fronteras (2006), en su Índice de Libertad de Prensa, reflejan esta situación posicionando a Turkmenistán en el puesto 167º de 168 países.
A su vez, en Turkmenistán las personas no pueden practicar libremente su religión, ya que se encuentran sometidas a graves restricciones que, en caso de no ser respetadas, conllevaría a un juicio penal. Estas minorías son sujetos de persecuciones policiales, detenciones, multas y otras formas de acoso. Tampoco las minorías sexuales son aceptadas y hasta las relaciones sexuales consentidas entre hombres son consideradas delitos con penas de prisión.
En este régimen de adulación al gobernante, los ciudadanos son obligados a asistir a eventos “patrióticos”, algunos tan solo para hacer presencia y otros tienen que aprender performances y ser parte del show. Pero lo que más inquieta en el plano internacional son los trabajos forzosos en las cosechas de algodón, uno de los principales recursos naturales del país. La Comisión de Expertos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pidió al gobierno que estas prácticas fueran eliminadas, pero el gobierno turkmeno simplemente negó su existencia.
¿Cuál será el futuro de los derechos de los turkmenos?
Es claro que en Turkmenistán existe una grave crisis en torno a los derechos humanos, lo que ha llamado la atención de la comunidad internacional para mejorar esta situación. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU ha intervenido – con ciertas dificultades debido a la escasez de datos confiables – destacando sus motivos de preocupación y brindando ciertas recomendaciones a ser implementadas por el gobierno turkmeno. La pregunta ahora es: ¿El actual presidente dejará atrás la forma de gobierno tradicional, volcándose a un mayor compromiso con su pueblo? Existe una pequeña esperanza.
En la actualidad gobierna el país el hijo de Gurbanguly Berdimuhamedow, Serdar Berdimuhamedow, quien tras su asunción en marzo de 2022, aseguró al pueblo turkmeno que “aplicaría toda su fuerza, energía, conocimiento, experiencia y habilidades por el bien de la prosperidad de la patria sagrada y la vida pacífica, próspera y feliz de su pueblo nativo”. Dijo que han entrado en una nueva etapa de desarrollo y que priorizará la salud del pueblo.
Lo cierto es que hasta ahora no se han dado cambios significativos en cuanto a la condición de los ciudadanos turkmenos, pero quizás es cuestión de tiempo para que el nuevo presidente lleve efectivamente a Turkmenistán a esa nueva etapa donde la prosperidad nacional deja de